Hay
historias de amor que consumen a sus protagonistas; dramas, celos, intrigas,
mentiras, violencia, un sinfín de situaciones que acechan para corromperlo,
incluso se llega a decir que si la misma esencia del amor no se ve envuelta en
tragedias no se le puede considerar amor real. La gente se cierra a una sola
perspectiva del amor y olvida que hay más de una forma de amar, incluso olvida
que son esos amores los que a pesar de existir en un segundo plano, los que
pueden sobrevivir a cualquier adversidad por sobre el amor romántico, y es
justo de eso de lo que trata nuestra historia de formas alternas de amar,
formas incorruptibles, formas puras y trascendentales para los individuos que
se ven envueltos en ellos.
Nuestra
historia comienza en una época donde el arte destellaba como sumo pontífice del
entretenimiento de las masas; la técnica y la estética eran preponderantes para
llegar a ser reconocido en los estratos sociales, pues el estatus lo era todo,
y más para las bailarinas de ballet, en especial para una joven de 23 años,
frágil, y a la vez fuerte, era parte del colectivo de danza profesional por
primera vez, el miedo y la emoción reinaban en su mente creando confusión y
nervios, pero era su determinación a realizar su carrera en torno a su pasión,
lo que la estabilizaba en sus metas y más que nada que después de su debut en
el escenario, los aplausos encendieron como carbón su interior y la conmovieron
a tal grado que esa sensación jamás se retiraría de su cabeza. Esa noche,
después de la presentación llevaron a todas las bailarinas a la fiesta de máscaras
en honor a ellas. Los colores, las luces, y sobre todo los disfraces eran un
carnaval de esencias que parecían pinceladas en un lienzo blanco; Selene traía
un vestido blanco sencillo y una máscara de luna, recuerdo de algún viaje
familiar a Venecia. Su belleza cautivaba a cualquier hombre que osara posar su
mirada en ella, la gracia de su figura, la delicadeza con que se movía entre el
laberinto de personajes anónimos, pero hubo alguien en especial en esa fiesta,
un chico, de nombre Helios, algo delgado de piel oscura, tal vez no tuviera
dinero, ni reputación, pero era algo notable que sus habilidades como faquir
eran sublimes, el joven había crecido en hogares humildes y en sus ratos libres
iba a los parques de arte y sorprendía a los transeúntes con sus habilidades y
control sobre el fuego. Esa noche el antifaz de sol se encontró con la luna y nació
un amor sin limitantes.
A
pesar que su relación no era bien vista por nadie, ellos se siguieron viendo. La
emoción continua de buscarse y encontrarse, hacia cada vez más recurrente las
ausencias de ellos en sus respectivos compromisos; el descontento con sus
amigos y familiares se incrementaba pero nada causo más revuelo que la
revelación de que Selene estaba en cinta. Ambas familias se opusieron
rotundamente no solo a su amor sino también al nacimiento de la criatura. Selene
y Helios decidieron irse y no volver, buscar su propio paraíso su propio hogar,
así que esa misma noche tomaron un vagón hacia lo desconocido. El cómo, no nos
queda muy claro.
Selene y Helios iban en un transporte público
en la noche, con un rumbo indefinido pero juntos. Las luces mercuriales
alumbraban y creaban ese efecto de inestabilidad que les recordaba lo solos que
estaban, los espacios entre cada farol iban aumentando de tal manera que la
frecuencia de la luz iba reduciendo, hasta que dejo de brillar y de pronto la
oscuridad se vio interrumpida por una segadora luz, como si hubieran entrado en
un túnel y hubieran salido al radiante amanecer.
Una
vez que emprendieron el viaje, la intersección de realidades se dio, y tuvieron
acceso a este mundo; no es muy común que los humanos terminen en esta realidad,
solo aquellos que realmente necesitan un lugar de autoconocimiento, un lugar de
creatividad y meditación, solo aquellos suficientemente especiales podían
llegar a Ekiana. El vagón se detuvo de forma abrupta forzándolos a sujetarse
mutuamente con mucha fuerza. Ya no era un simple autobús, estaba viejo y
oxidado de forma repentina, ¿Qué posibilidades había de que esto sucediera? no
había explicación lógica, simplemente había pasado, el entorno era extraño, el
cielo purpura y deshabitado de nubes, había planicies y campos llenos de
vegetación hasta donde alcanzaba la vista pero no se veía ni un alma en el
horizonte. Caminaron horas y horas, para Selene parecían días, quizá meses pero
tan solo eran sus melodramas; el hambre y el sueño los tenían fatigados, y
conforme avanzaban se toparon con una choza pequeña y alegre junto a un lago. Al
acercarse se encontraron con una pareja de ancianos de nombre sol y luna, ellos
los acogieron con amabilidad y los dejaron descansar:
-hola
viajeros, se les ve agotados, ¿gustarían parar y recargar energías?
-¿cómo
negar tal oferta? Si no se veía nadie más en mucho camino-
Ahí
en la casa había una joven de nombre Abigail. Cuando Abigail los vio de
inmediato se dio cuenta que eran ajenos a ese mundo.
-¿cómo han llegado hasta aquí? ¿cuáles son sus
intenciones?
Preguntó consternada con un tono autoritario y
acelerado.
-déjalos
ya Abigail, han tenido un viaje difícil, ellos necesitan descansar-interrumpió
luna -tráenos un poco de agua y comida se ven hambrientos-
-¿Dónde
estamos?-
-se llama
Ekiana- respondió la anciana- Es un mundo alterno, aparece solo para aquellos
que puedan ver. Aquí hay muy pocas personas, como ustedes ya se habrán dado
cuenta, pero es un lugar amigable en toda su extensión-
Se
hospedaron unos días pero el lugar los fue enamorando, y la vida ahí era
tranquila. Luna les hizo la oferta de quedarse con ellos pues ella le recordaba
a una hija que hacía mucho tiempo se había marchado. ellos dudaron al principio
pero al final decidieron quedarse, Sol y Luna trabajaban en el cielo, ellos
emanaban luz de su existencia y esta brillaba e iluminaba los cielos
manteniendo a raya la oscuridad.
El
tiempo paso y el parto de Selene llego, un niño seria y a su alumbramiento
estuvieron todos pendientes, sin embargo esa noche Luna y Sol desaparecieron. No
tenía ni un día de nacido cuando Abigail se dio cuenta de que sin Luna y Sol,
no duraría Ekiana por mucho tiempo sin ser consumido por la oscuridad; las
sombras invadieron el valle pero se limitaron y no entraron a la choza pues
adentro, Selene y helios producían una luz, luz del amor que se tenían, luz del
amor que le tenían a su hijo. Abigail comprendió de inmediato que resolución se
tendría que hacer, ellos eran los que tenían que tomar el lugar de los
ancianos. Cuándo se los Planteo se negaron, pero si nadie tomaba el lugar, las
sombras devorarían el valle y tendrían que buscar otro lugar para su hijo.
Selene abrazo a su hijo, lo llamo Emilio y partió dejándolo a cargo de Abigail,
mientras Helios y Selene emprendían su viaje al cielo estrellado. En las
tinieblas una sombra se dibujó, una mujer con la piel gris de gran belleza y
cabellos en forma de tentáculos de medusa se acercó:
-hola
mi querida Abigail ¿Qué es eso que llevas en tu regazo?-
-amor
concentrado, Embeleso, algo que tú nunca podrás sentir-
-¿me
lo entregarías por favor? Solo quiero comprobar la fuerza de nuestra Luna
regente-
Al
llegar Selene su brillo más potente que nunca difumino la oscuridad, y Embeleso
empezó a debilitarse sin antes dar un ultimátum a la nodriza.
-No
importa si corres o te escondes, el hijo de la luna pronto caerá entre mis
garras-
Dicho
esto Abigail entro en pánico, así que a sabiendas que en las sombras siempre
hay algún oído de Embeleso, disfrazó a Emilio de niña. Era brillante, nadie
buscaría a la hija de la luna, entonces fue así que Abigail emprendió un viaje
como fugitiva, para escapar de los ojos de las sombras y proteger a su nueva
“hija”.
Conforme
Emilio creció prefirió ser llamado Emil, su situación es que aunque la
vestimenta era femenina el no comprendía la diferencia de género, Emil no se
sentía identificado con el género ni masculino ni femenino, Emil se sentía
único en su especie y era eso lo que le gustaba. A los 13 años había recorrido
medio Ekiana y conocido las cosas más extrañas que nadie pudiera imaginar: Pulpos
con cuernos, hombres hechos de madera, princesas en castillos de cristal,
sirenas que gustaban de pescar sueños, artistas que convertían la luz en líquido…
Desafortunadamente Embeleso ya había atacado a gran parte de estos personajes,
verán Embeleso se nutría de las decepciones, de la amargura y el dolor. Lo peor
de todo es que ella ya le había agarrado
la pista.
Una
mañana en el bosque de los deseos, un bosque amplio donde los árboles en vez de
hojas tenían unas monedas de plata, Abigail le explico que cuando alguien lanza
una moneda a los pozos llegaban por el rio aquí, germinaban y crecían estos
árboles llenos de sueños y esperanzas. Habían decidido acampar en este lugar
pues era una de las tierras más gentiles que había a lo largo de todo Ekiana. despertó
con una sensación de incomodidad; sentía que algo no iba bien. Salió de su
tienda y notó que la tienda de Abigail, su “madre” estaba vacía; unos hombres
sucios y de aspecto sombrío la estaban empujando, y repetían
–¿Dónde está el niño?
- Entréganos
al hijo de la luna ¿dónde lo has dejado?
Abigail logro divisar en los arbustos a Emil,
y sus ojos exclamaban pánico. Los hombres golpearon a Abigail y la empujaron a
un lodazal. Mientras se marchaban las risas de ellos y su patanería ocasionaron
en Emil un dolor profundo; la sensibilidad de él hacía que a veces se externara
pero nunca había presenciado un acto tan nefasto que le causara más impotencia
que esa; su piel ardía con fiereza, su sensibilidad ocasionó que en su tobillo
se marcara una mariposa, era como un tatuaje, le ardía, era de color azul y
pequeño. Se acercó a Abigail y la abrazó. Había llegado el tiempo de contarle
su pasado, la única razón por la que Embeleso la buscaba era para marchitar el
amor que ella representaba, algo que brillaba por sí solo, un esplendor del
cual Embeleso jamás seria acreedora.
Cuando
Abigail comprendió de dónde venía, surgió la interrogante más grande ¿A dónde
iba? Su primer instinto fue destruir a Embeleso para que no dañara a su madre,
pero Abigail se interpuso y dijo:
-No.
No permitiré que te expongas a esa mujer, su veneno corrompería tu inocencia. No
hay persona que pueda contra ella; no permitiré que te haga daño-
Emil
no quiso contradecir a su madre, así que simplemente asintió. A lo lejos
escucharon un lamento de una niña. Realmente a lo lejos solo podía ver una
silueta; traía puesto un vestido ostentoso y elegante. Se intentaron acercar
pero ella salió corriendo. En el silencio resonaron las zapatillas de ambas. Mientras
corrían hacia la niña, esta se metió en un monstruoso circo, un circo oscuro y
siniestro, grande, gris, negro, y azul. Al frente de este se encontraba una
taquilla poco iluminada. Se acercaron y apreciaron como a la señorita de la
taquilla le faltaba el rostro como si fuera un títere. Levantó la mano y les
dio una entrada, después levanto su delgada mano y señaló la entrada oscura. Caminaron
lentamente y vieron a un señor con un sombrero de copa, en él había engranes y
un reloj al centro del mismo. Él traía un saco azul petróleo, camisa blanca, pantalón
negro, un gran bigote y su mano izquierda era robótica.
-BIENVENIDAS SEÑORITAS, adéntrese al circo de las sombras. Aquí su servidor el
Maestro de Ceremonias y los fenómenos, lesa mostraremos lo que es un espectáculo.
-No gracias, no me gustan las cosas de horror y este acto parece ser bastante
horrible-
Comentó
Emil con algo de desagrado. Las puertas se cerraron y unas bancas fueron
iluminadas.
-pero mi niña, la vida en si es horrible, pero si tú la ves con otros ojos (él
se sacó literalmente sus grandes ojos azules, y se colocó unos ojos verdes) la
vida puede ser bella-
De pronto dos de las luces enfocaron un pequeño templete y una mujer sin ojos
ni nariz, solo boca empezó a cantar, mientras un torso sin cabeza, ni piernas,
ni brazos solo manos en el aire
conectadas al torso con hilos, empezaron a tocar una melodía. La melodía era
hipnótica, no podían dejar de ver el acto. Del piso se levantaron cuerdas que
en el aire formaron una telaraña, en ella se equilibraban torsos que en vez de
piernas tenían monociclos y los pedaleaban con las manos. Pronto una enorme tarántula
azul marino salió y mientras los torsos danzarines bailaban, el arácnido
trataba de comérselos, ambas trataban de no ver pero era imposible, ese morbo
las obligaba, el maestro apareció junto a Emil y Abigail, las vio de arriba
abajo y dijo:
-Te
compro a esta criatura, quiero exponerla en mi show de fenómenos- esta ofensa sólo provocó una
bofetada de Abigail, que le dolió la palma al darse cuenta que el maestro de ceremonias
estaba hecho de madera; si se ponía suficiente atención se podía escuchar el
mecanismo de un reloj en su interior.
-Si
no están dispuestas a cooperar, tomare lo que yo quiero, lo vendas o no-
Del
brazo del hombre con piel de madera salieron hilos que amarraron a Emil que se
agitaba en desesperación. Abigail intentó cortarlos pero criaturas conformadas
por torsos humanos, y libélulas tomaron a Abigail y la enjaularon. Lograron
capturarlas y encadenarlas, bajándolas a los calabozos. Una vez ahí cada noche
subían a Emil para ser expuesto ante todos, cada noche la humillación y el
maltrato hacían que su espalda ardiera. Se recordaba a si misma que no era lo
suficientemente fuerte, que su sensibilidad le causaba ese dolor, hasta que una
noche notó cómo en su espalda se había formado otro tatuaje, más bonito que el
anterior. Lograba verlo a través del charco que había en su celda, eran unas
alas, luego vio que unos destellos resplandecían en la ventana, desde el cielo,
su madre mandó pequeños destellos. Emil se asomó por la ventana y vio una cesta
con muchos conejitos que venían agarrados de un pequeño globo aerostático, la
cesta se detuvo en la ventana y uno de los conejitos entro rápido en su celda.
Traía en su boca una pequeña llave de plata y le abrió la puerta a ambas, el
otro venía con un mensaje de su madre:
Hola
hijo, a estas alturas comprendo que no sientas que eres lo suficientemente
fuerte para atravesar los retos que se te hacen presentes, tu fuerza nunca la
determinarán los demás, ni Abigail ni nosotros ni quien llegues a conocer podrá
definir lo fuerte que puedes llegar a ser; ese límite lo impones tú, tu serás
tan fuerte como te lo permitas, y siempre que sientas que llegaste a ese límite,
recuerda que los limites son para sobrepasarlos. No sabes lo culpable que me
siento por no poder estar contigo, pero si el no estar contigo garantizaría tu
vida, yo hubiera dado la mía sin pensarlo. Ahora que te veo desde aquí, en lo
que te has convertido, no puedo más que sentir orgullo, y por ningún motivo
dejaré que alguien te lastime, por eso te mando estos pequeños amigos para que
te ayuden a escapar, emprende el vuelo y no mires atrás.
Con
cariño mama
Al
leer la carta los ojos de Emil se cristalizaron, y un brillo cálido empezó a
desprenderse de su piel. Du vestido se tiñó de blanco y de su espalda brotaron
unas hermosas alas blancas de gran tamaño. Los conejitos empezaron a correr y a
mostrarles el camino a la salida. Abigail quedó atónita ante tal acto. Emil le
abrazo y emprendió el vuelo lejos del circo de color purpureo, y ahora más que
nunca tenía en claro su objetivo: su objetivo era confrontar a embeleso por
ella y por su familia, pues no podía
permitir que alguien hubiera hecho tanto daño a sus seres queridos. Voló hasta
un lago cercano y ahí dejó a Abigail. Muy a pesar del dolor que significaba
para ella, esta contienda no podía acompañarla, tenía que ir sola, así que fue
y emprendió el vuelo al valle agostado: un valle consumido por el dolor y la
amargura. Hace algunos ayeres allí había vivido el antiguo sol y la antigua
luna. Los nubarrones y el mal tiempo no lograron detener a Emil que a toda
prisa logró llegar a una pequeña choza en medio del valle, adentro estaba ella,
Embeleso.
–te estaba
esperando, desde hace mucho. Yo estuve cerca el día de tu alumbramiento. Yo
siempre he estado cerca de ti, nunca te he dejado sola, sólo quiero que te unas
a mí, te ofrezco un lugar al cual pertenecer-
Emil
se percató de su hipocresía y su maldad. No era sincera por más amable que
quisiera
-JAMÁS-
Gritó
Emil con fuerza.
-quiero
reclamar tu alma como mía y corromperla con amargura y dolor, para que seas
como nosotros Date cuenta, eres un fenómeno, inútil, eres infrahumano
realmente, pero junto a mí puedes ser superior-
-me rehúso
a seguirte ¿Y sabes que es lo peor? que no te odio; me das lástima, porque al
final de cuentas tu maldad solo es reflejo de tu soledad y tristeza, pero yo
vengo a ponerle fin a esto-
-Puedes
intentarlo si quieres pero tus esfuerzos son en vano-
De
las sombras salieron los matones que atacaron a Abigail, sus miradas con
malicia se pusieron en Emil. A la orden de embeleso le persiguieron. Mientras corrían,
ellos se transformaron en hienas que a la par se carcajeaban de todo; cada risa
dañaba a Emil de forma profunda. Se sentía avergonzada por no ser tan fuerte y
ceder tan fácil ante ellos. La piel de los brazos empezó a arder pero ahora los
tatuajes eran dragones que se extendían a lo largo de sus brazos; uno alcanzo a
morderle una pierna a un hiena, derribándola. mientras se levantaba, la hiena
no pudo ni siquiera atacarle, pues del brazo de Emil el dragón se elevó y mordió
a la hiena. Del otro antebrazo surgió el otro dragón y así combatió uno a uno a
los bandidos hasta que estos, impotentes y cobardes ante la fuerza de Emil,
decidieron hui., Embeleso tomó por la espalda a Emil y los dragones
desaparecieron en el aire, la levanto del cuello y empezó a extraer la luz en
ella para marchitarla, pero en el fondo, Emil escucho la voz de su madre
entonces sintió una sensación cálida. Embeleso le repetía lo inferior que era,
pero eso ya no importaba, sus alas se desplegaron. Embeleso la tuvo que soltar,
la luz era demasiado fuerte como para siquiera poder mirarla.
-NO
IMPORTA qué tantas cosas me digas, no me importa cuánto me denigres, mi valor
no viene de ti, mi fuerza no viene de ti, mis límites los impongo yo, mi valor
lo impongo yo, y lo mejor de todo es que yo soy inmarcesible-
Dichas
estas palabras Embeleso se retiró; la luz le quemaba la piel .
-Eres
una digna oponente, no seguiré persiguiendo a tu familia, pero eres una tonta
si piensas que no te seguiré los pasos, no hay llama que no pueda extinguir, no
hay luz que no se pueda apagar-
Dicho
esto embeleso desapareció entre las sombras, y Emil sintió no solo la
satisfacción de defenderse, si no de comprender que el amor propio es la mejor
arma para rebasar cualquier limite.